Ayuntamiento de Numancia de la Sagra

El municipio y Ayuntamiento de Numancia de la Sagra se encuentran en la provincia de Toledo de la Comunidad de Castilla-La Mancha. Su ubicación dista a 36 kilómetros de Toledo y a 55 kilómetros de Madrid.

En sus orígenes se llamaba Azaña, una aldea poblada por celtíberos. En el año 1158 sus tierras donadas por Sancho III son cultivadas por judíos y mozárabes que pasan a depender pocos años después del arzobispado de Toledo. En este municipio de marcado acento religioso, dominado por el cabildo, vivió  Sor Juana de la Cruz, figura indiscutible de la mística e iluminismo toledano.

En el año 1676 se exime del poder toledano convirtiéndose en Villa y aumenta el cultivo de cereales y legumbres que junto a su explotación ganadera permite un moderado crecimiento. Como dato histórico, su primitivo nombre de Azaña se modificó durante la contienda de 1936 por las fuerzas sublevadas pasando a llamarse Numancia de La Sagra.

El paisaje del Ayuntamiento de Numancia de La Sagra es propio de esta comarca natural, meseta castellana con suaves ondulaciones y rodeada de pequeños cerros. Es una tierra fértil de vegetación esteparia y de una impresionante sobriedad paisajística que conduce a esa serena meditación de los místicos toledanos.

Entre su patrimonio monumental merece especial atención la ermita de Santa Juana construida en el siglo XVII sobre el solar que ocupó la casa donde nació Santa Juana de la Cruz; templo sencillo adornado con una esbelta espadaña. También hay que visitar la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, levantada en el siglo XV al estilo barroco castellano.

En el itinerario turístico merece atención llegar al yacimiento de Hontalba con restos de los periodos Paleolítico, Neolítico, Ibero-romano y Medieval. En las excavaciones se hallaron restos de hachas, de cerámicas decoradas y de edificaciones.

Su arte culinario comparte las recetas de esta comarca manchega reconocida por sus platos artesanales. Peculiar es la cultura heredada de los hijos de España Sefarad. La cocina judeo-castellana ha legado entre sus exquisitos bocados los sesos fritos, las berenjenas rellenas de carne, espinacas con alubias, etc. Mucho han influido las costumbres judías en este crisol de razas que compone la meseta, costumbres tan reconocidas como el orden de servir los platos, empezando por la sopa que los judíos toledanos gustaban de añadir huevos picados y aromatizarla con hierbabuena, como todavía se hace en la actualidad en las mesas de Numancia de La Sagra.