HISTORIA: Belmonte se levanta a resguardo de un cerro escarpado “ bello monte” que dio nombre a la población. Denominado Belmonte a secas hasta 1910 y Belmonte de Calatayud desde 1920, finalmente en 1985, pasaría a llamarse Belmonte de Gracián, en homenaje a su ilustre hijo, del que adoptó el apellido, el jesuita, escritor y filósofo Baltasar Gracián. En cuanto a su origen hay que remontarse a la conocida ciudad de “Secaisa” y en ellas se sitúan los restos arqueológicos del yacimiento de la mítica ciudad celtíbera de Segeda. Aquí es donde el conde de Samitier descubrio los primeros restos de Segeda, que dio noticia de ellos a comienzo de siglo afirmando haber hallado unas habitaciones con buen número de vasijas indígenas, muchas pintadas, de las que guardo parte. Schulten visitó el lugar en los años 30, haciendo coincidir esta visita con sus trabajos en la vecina Bílbilis (Calatayud). Segeda habría sido el inicial desencadenante de la segunda guerra celtibérica, testigo de la llegada del cónsul Nobilior, quien la destruyo, con el abandono de la ciudad por sus habitantes y vuelta a ser reocupada más tarde. El yacimiento en la actualidad ofrece paulatinamente a la luz restos descubiertos por los trabajos agrícolas, algunos de los cuales se conservan en el Museo Municipal de Calatayud. En el termino municipal actual se encuentra un yacimiento de regular extensión, “Durón” cercado de murallas de grandes sillares, siendo descubiertos a finales del siglo pasado la ceca Setica-Segisa apareciendo mosaicos, cerámicas y monedas, denarios con la leyenda Secaisa. Su castillo musulmán del siglo X nos sigue hablando de su importancia a través de la historia, Labaña dejó constancia en 1610: “Tiene un castillo y la mayor parte de las casas situadas sobre peñas de aljez” y en las crónicas aparece reseñas de que en el siglo XIV fue atacada por los castellanos, para su defensa acudieron los vecinos de Mara y Ruesca y finalmente fue tomada por los invasores en el año 1362, volviendo poco después la Corona de Aragón. Madoz, ya en el siglo XIX, se referiría tan sólo a las minas existentes sobre las peñas “obra de moros”. El casco urbano se encuentra situado al arrimo de un monte que en tiempos coronó el mencionado castillo musulmán, en cuyas ruinas ahora levanta la Iglesia de Nuestra Señora del Castillo. Su trazado se extiende en la parte baja de la ladera, entre la carretera y sus dos iglesias, la ya menciona en honor de la Virgen del Castillo, la primitiva Parroquia que alza su cúpula en lo más alto del pueblo, y la de San Miguel, con un ábside de extraordinaria decoración mudéjar y una torre -también mudéjar- excelente por su decoración vidriada. En el interior del templo se conserva la pila bautismal en la que fue bautizado Baltasar Gracián en 1601. Sobre esta iglesia y al pie del tajo que corona la otra están las viviendas, los corrales, las eras, las bodegas y los pajares abandonados: el reino del aljez, un paraje blanco y gris, onírico y perdido donde sólo hay yeso. Una verdadera ciudad, olvidada y ruinosa, que se labró en las rocas blandas de este material. Las calles se labraron en esta roca, la misma en la que se tallaron las eras escalonadas y se excavaron los habitáculos, aprovechando las piedras extraídas en la excavación para construir los muros. Un paseo por esta olvidada ciudad del aljez, su contemplación desde la lejanía, dando una imagen del conjunto, que completa la ofrecida por el recorrido entre las ruinas del poblado excavado en las rocas. Por el otro lado de la vega, mirando desde la carretera, la vertiente de Belmonte aparece como una colmena, con docenas de bocas oscuras en la ladera como si fuesen celdas de un panal. Además de la citada ermita de Nuestra Señora del Castillo, existen otras dos dedicadas a San Roque (paraje donde se va en romería el 16 de agosto) y San Martín situada a las faldas de la Sierra de Vicort. Las fiestas mayores se celebran en honor de San Miguel (titular de la parroquia) del 29 al 31 de septiembre. También nacieron en Belmonte otros hijos ilustres como fueron los hermanos Franco de Villalba, Diego Prudencio (1670/80 – 1740/60) escritor que destaca por sus importantes Tratados sobre los Fueros de Aragón, Miguel Menor, también escritor y religioso, y Sebastián de Almenara.
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