Esplegares es un municipio español de la provincia de Guadalajara, en la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha. Tiene un área de 37,45 km² con una población de 38 habitantes (INE, 2019). Su nombre tiene origen en las extensiones de espliego que crecen de forma natural en su territorio.
Biodiversidad, flora y fauna
Abunda el matorral bajo, encontrándose gran variedad de plantas como sabanas, tomillo, romero y espliego.
La zona más meridional, perteneciente al parque natural del Alto Tajo, se encuentra poblada por pino silvestre. En esta zona se encuentra Río Salado del que se extrae sal alimentaria en las salinas de Saelices de la Sal.
Patrimonio
- Ermita de Santa Catalina: cada año hay una romería a la que asisten los lugareños.
- Ruinas de la hermita de Santa quiteria
- El pozo llamado ‘Pozo Beber’ de construcción árabe y restaurado por Benito Sotoca a finales del siglo XIX.
- Frontón situado en la plaza del pueblo junto al ayuntamiento y la iglesia
- La pila bautismal románica de Esplegares: • Llaves: Las llaves las custodia un caballero llamado Bernardino que vive en una casa situada junto a la iglesia. Bernardino puede enseñaros la pila siempre y cuando tengáis permiso del párroco. El contacto con el párroco también os lo puede facilitar Bernardino.
(Artículo de Don Antonio Herrera Casado) Es muy grande el número de pilas bautismales románicas en la provincia de Guadalajara. Tanto, que solo con su catálogo podría hacerse un libro. Hay que tener en cuenta que la mayoría de los pueblos de esta tierra surgieron en la época de la Repoblación, entre finales del siglo XI y mediados el XIII. En esos momentos, todos levantaron su templo (por eso eran románicos, y aun quedan en esta tierra tantas huellas de ese estilo), y una de las primeras cosas que se colocaron en ellos fueron sus pilas bautismales, talladas en grandes rocas de tipo calizo, que se posaron en el suelo de los pies del templo, y allí se mantuvieron durante siglos, a pesar de reformas, hundimientos y cambios. Las pilas eran tan grandes, tan pesadas, tan sencillas, y tan útiles, que nadie pensó nunca en cambiarlas. Por eso si en Guadalajara hay en torno al centenar de edificios parroquiales con evidencias románicas, la cantidad de pilas del estilo y la época medieval hay que multiplicarla, al menos, por tres. Sin embargo, la mayoría de estos ejemplares son de sucinta decoración. Cuerpos lisos, con cenefas en sus bordes, gallones en la basa, arquerías en el comedio, y poco más. Ni inscripciones, ni decoración prolija. Solamente hay un par de ellas que por lo inusual de su decoración, e incluso por la curiosidad que sus temas encierran, merecen ser recordadas y estudiadas ahora. Una de ellas es, la mejor, la que existe todavía en la iglesia parroquial de Esplegares. La otra, que estuvo en la parroquial de Canales del Ducado, fue llevada al Museo Diocesano de Arte Antiguo cuando este se creó, en los años setenta del pasado siglo. Allí puede admirarse también. La psicomaquia de Esplegares
Así pudiera calificarse el mensaje que intenta transmitir la rudimentaria decoración de la pila de Esplegares. La eterna lucha del Bien y el Mal, pero en este caso representada por una pelea entre animales.
El elemento es sin duda de finales del siglo XII o principios del XIII, como todo lo que se hace en estas sierras de la derecha del Tajo. Aunque en buena parte de Castilla, y por supuesto en toda Europa, son las formas góticas las que se han adoptado para representar el arte religioso, en esa época aún se vive y se piensa en románico puro por estos remotos límites de la Cristiandad. Y el catálogo de imágenes que se utiliza, además de muy imperfecto, es también muy limitado. La intención de la Iglesia de transmitir su doctrina a través de imágenes, en esa forma de “Biblia Pauperum” tallada sobre la piedra de la que ya hemos visto las pasadas semanas muchos e interesantes ejemplos, se ciñe en los pequeños lugares a representaciones sencillas, pero que intentan ser elocuentes, utilizando elementos simbólicos que, procedentes del remoto “paganismo” son explicados por el cristianismo con suficiencia.
Esta pila, que mide 80 cm de diámetro y 84 cm de altura, tiene un pedestal muy singular, muy poco visto. Se sustenta sobre cinco columnas cilíndricas, siendo más ancha la central, y las cuatro laterales más finas, formando entre todas ellas un pedestal sobre el que apoya la copa. Su decoración muestra a todo lo largo de su circunferencia un doble nivel. El inferior está formado por gallones poco resaltados, y el superior, inconcluso, muestra una serie de imágenes que ahora describo. El primero en estudiarla, conviene decirlo, ha sido Ezequiel Jimemo Martínez1 en la Enciclopedia del Románico de Guadalajara. Vemos de entrada una pareja de aves, cada una mirando en distinto sentido. Son cigüeñas estas aves, porque tienen un cuerpo levemente estilizado, alargado, y un pico muy alargado. Una de ellas, está luchando con dos animales que son, sin duda, serpientes, porque no tienen extremidades, se recubren de escamas, y acaban en retorcidas colas. La otra, está picando una flor alta, grande como ella, que podría incluso ser representación de un árbol. Su copa tiene como cuatro grandes pétalos o partes simétricas. A estos elementos zoomórficos, le siguen tallas muy limpiamente tratadas de tres estrellas o flores con seis pétalos, cada una de ellas incrustada o enmarcada en un círculo individual. A esas tres flores enmarcadas, de seis pétalos cada una, le sigue la talla de otro animal, que se muestra con cuatro patas, larga cola y amplio hocico, y que podría tratarse, a pesar de la rudimentaria y escueta traza que muestra, de un caballo. Luego, nada: la superficie que resta de la pila está sin tallar, dando la sensación de que el escultor se fue, se murió, o dejó de cobrar… el caso es que esta secuencia de imágenes, que ahora vamos a tratar de interpretar, queda un tanto incompleta, dejándonos una dificultad añadida por no saber cómo y con qué se completaría el todo de la pila. En cualquier caso, una pieza de arte románico que merece visitarse y admirarse. En cuanto al significado iconográfico de la cenefa alta de este elemento, podría pensarse en una psicomaquia o lucha de las dos fuerzas entre las que se mueve el hombre: entre el Bien y el Mal. Las cigüeñas fueron tenidas por la tradición cristiana, desde sus orígenes, como animales representativos de la bondad y la virtud, pues se considera que son monógamas, e incluso se les añadió la característica de ser castas. Mientras que las serpientes fueron consideradas, también desde la Biblia, como animales impuros, malignos, peligrosos, representantes del Demonio. De ahí que a María virgen se la representa aplastando a la serpiente que se supone que fue la que, en el Paraíso, sugirió a Eva que tomase la manzana del árbol sagrado, y se la diera a comer a Adán, constituyendo así el primer pecado, origen de todos. Sería Satán quien propuso esa actitud transformado en serpiente. Cigüeñas contra serpientes. Los primeros padres de la Iglesia utilizan la cigüeña como animal que simboliza a Cristo. La serpiente representando al Demonio es todavía más antigua. Está clara aquí esa lucha, en el aspecto simbólico, el duelo entre el Cielo y la Tierra, o incluso la pelea del mundo celeste contra el submundo, la luz contra la oscuridad, etc… El Diccionario de los Símbolosde Cirlot, nos ofrece la representación de la “Gran Sabiduría” como una pareja de cigüeñas enfrentadas por sus picos, y enmarcadas por un círculo que forma una serpiente. Aquí en Esplegares se escenifica esta tradición tan antigua y repetida, pero con unas características de ruralidad, de simplismo, que asombran. Muy similares a las escenas talladas en el ábside de la iglesia de San Román en Torresmudas (Salamanca), pareciendo ambas extraídas de otras psicomaquias de cigüeñas y serpientes en el Beato de Liébana. No olvidemos que solo es una cigüeña la que lucha con las serpientes. La otra está dedicada a picotear un árbol, imagen de Lo Sagrado en la simbología ancestral, precristiana: los árboles son los transmisores al exterior de la fuerza de la Tierra, son los tótemes de muchas culturas antiguas (la encina para los celtas) y siempre han servido para ilustrar y comprender la fuerza regenerativa de la Naturaleza. Toma la cigüeña su fuerza y su virtud del árbol. Las estrellas que siguen, tres iguales, son como flores de seis pétalos (o de 3 + 3 pétalos, que es el conjunto perfecto de los números, según lo consideraban los griegos, porque manifiesta un equilibrio). El escultor, obedeciendo al redactor del programa de la pila, no hace sino plasmar esas ideas que son tenidas por sublimes en la época románica, como aspiraciones a lo bueno, a la Vida Eterna, a la perfección humana. Con toda seguridad que, cada domingo, el sacerdote de Esplegares explicaría a sus feligreses estas ideas, basamenta del cristianismo, mostrando lo que el escultor ignoto había hecho. Y, por desgracia, no había terminado.
(Artículo obtenido de Wikipedia)
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