Publicado el 6 de mayo de 2020



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Fiabilidad de las pulseras que nos miden el sueño

Somos animales de costumbres, de hábitos que repetimos una y otra vez y que nos gusta tener ordenados en nuestro día a día. Hechos como tomar el café a determinadas horas nos define como coleccionistas del tiempo según patrones definidos.

Además, la irrupción de la tecnología en nuestro ámbito más personal, con pequeñas pulseras y móviles que ejecutan todo tipo de mediciones y órdenes cual ordenador personal, nos ha llevado a querer saber y contar a modo de recompensa personal cuántos pasos hemos hecho hoy, cuál es nuestro pulso, cuántas calorías llevamos quemadas y casi cualquier medida cuantificable que nos defina. Somos unos amantes de esos valores, nos gusta saber que ese amasijo de chips y algoritmos matemáticos nos diga cómo somos y qué tal hemos dormido y cómo lo estamos haciendo cada vez que nos levantamos y vamos a trabajar.

Para muchos es un adelanto que hay que abrazar con entusiasmo, mientras que otros lo ven como un retroceso evidente, especialmente si hablamos de un colectivo (cada vez mayor) que incluso tiene el sueño partido a causa de la dependencia a esta tecnología. Son los que, aunque sea las 2 de la mañana, necesitan saber si ha recibido un correo electrónico nuevo, sobre todo si ve parpadeando el led verde de su móvil sobre la mesilla de noche, o los que requieren de ver cuántas horas llevan de sueño profundo y ligero con tanto ímpetu que incluso se obsesionan con alcanzar los valores idóneos según la aplicación. Es lo que se conoce como la ortosomnia, un término recién acuñado para describir a aquellos que necesitan monitorizar de forma constante su sueño.

Las pulseras inteligentes que evalúan el sueño se han convertido en un abalorio más que todos solemos llevar y es casi lo primero que consultamos nada más levantarnos por la mañana para que nos diga qué tal fue todo por la noche, si tuvimos picos en las pulsaciones, si nuestro sueño profundo fue de calidad y si las horas totales fueron las recomendadas. En definitiva, perdemos un poco la noción de saber qué tal dormimos simplemente analizándonos a nosotros mismos frente al espejo y la damos esa potestad a lo que el fabricante de ese componente electrónico defina como bien o mal.

Se puede puntuar que esta obsesión controlada es parte de la vida de muchos de nosotros ya. Lo cierto es que no es un hándicap tan hiriente como para plantear que estamos mal, pero últimamente se está produciendo un hecho desencadenado por esa situación que sí puede resultar en una anomalía a estudiar.

Javier Puertas, vicepresidente de la SES (Sociedad Española del Sueño), nos indica que “Realmente no es un problema generalizado en sí, pero hay que tener en cuenta que estamos recibiendo pacientes que vienen totalmente convencidos de que tienen problemas médicos de algún tipo porque su pulsera le está diciendo que su sueño no es de la calidad esperada o porque es muy corto.”

Siguiendo el hilo de las declaraciones de Javier Puertas, debemos tener presente que esas pulseras se basan en las estadísticas de millones de personas en todo el mundo, cada uno con sus propias costumbres, horas de trabajo y de nocturnidad, y situación familiar. Sí es cierto que las pulseras pueden tener un índice de fiabilidad bastante acertado en cuestión del tiempo que llevamos dormidos, pues se basa en las mediciones que hacen sus giroscopios y que van indicando si estamos en movimiento continuo o no además de las pulsaciones relajadas de nuestro corazón. Sin embargo, cuando hablamos de la calidad del sueño, la cosa cambia. “El sueño profundo, y por ende cada fase que describe el sueño, solo puede cuantificado a tras de tres variables que una pulsera no puede suministrar aún y son: la actividad cerebral, el tono muscular y el movimiento de los ojos, lo que se denomina fase REM o no”, añade Javier, posicionándose de forma muy crítica, “Posiblemente, en un futuro no muy lejano, la cosa cambie y esas pulseras sean capaces de hacerlo, pero hoy por hoy, no hay que tomárselas al pie de la letra. No hay que leer los datos que nos dan como si fuera un diagnóstico o una polisomnografía médica hecha con electrodos y sensores distribuidos por todo el cuerpo”.

Fiabilidad de los datos de la pulsera inteligente

Lo que sí es cierto, es que algunos de los valores que la pulsera nos devuelve tiene cierta utilidad para administrarnos de forma más ordenada. Nos dice cuándo cogimos sueño y cuándo nos despertamos, un dato que podemos trasladar a toda la semana o todo el mes para ver nuestra variación y si debemos corregir esa actitud si estamos más cansados por la mañana tras tener alteraciones en los ciclos circadianos. Así mismo, la medición cardíaca es un elemento muy importante y con cierto nivel de fiabilidad, y es que, el control de nuestros pálpitos mientras dormimos nos puede adelantar si padecemos de determinada patología o no.

Las empresas que desarrollan estas pulseras explican que todos sus productos están dotados del mayor esfuerzo posible para que sean lo más fiables posible. Cris Rocca, el responsable de marketing de Fitbit, una de las compañías pioneras en el desarrollo de estas pulseras inteligentes, explica como están siempre rodeados de expertos en la materia médica para diseñar así un instrumento lo más fiable posible. Sus pulseras calculan las fases del sueño combinando determinados patrones del movimiento y evaluando la frecuencia cardíaca del portador. Es en este último punto donde se basan como único valor para definir si estás en fase de sueño REM o sueño ligero, un cálculo basado en el valor de millones de usuarios de todo el mundo. No obstante, gente con bajas pulsaciones como deportistas, pueden ver como la pulsera no interpreta de forma correcta sus ciclos de sueño.

Lo cierto es que el indicador más importante de nuestra calidad del sueño es el sentido común. ¿Te sientes bien al levantarte o te ves cansado?

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