Publicado el 30 de enero de 2020



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El bar. El punto de encuentro en los pueblos

Son muchos los pueblos que, debido a que la mayor parte de la ciudadanía la compone ancianos, los bares toman una relevancia casi primordial en el día a día. Son aldeas, pequeñas pedanías o pueblos solitarios en los que la plaza de reunión se decora con una barra, mesas, sillas y un techo, el lugar idóneo para charlar de forma distendida o jugar las estimulantes partidas de dominó o parchís.

Casos curiosos de bares en pueblos

Hace poco cerró en Villalbarba, un pueblo de Valladolid integrado por apenas 130 habitantes, el único bar que había. La crónica de este suceso radica en que los habitantes han perdido toda comunicación entre ellos. Son gente de una edad avanzada y en un ámbito de ocio muy limitado, la mayoría de ellos desprovistos de internet o móviles al no reciclarse en las nuevas tecnologías. Es como si allí el tiempo no pasase y siguieran con las usanzas de entonces, paseando por los páramos o -simplemente- quedándose en casa para ver cualquier canal de la televisión.

Lo curioso de este caso es que la gerente del bar no pagaba alquiler por el local ni por su vivienda, ya que el Ayuntamiento le ofreció ese beneficio con tal de que continuara abierto por el bien común de los habitantes. No obstante, la vida solitaria y el escaso abanico de ocio del lugar, llevó al cierre definitivo del establecimiento. El Ayuntamiento no dudó en lanzar de nuevo la suculenta oferta anterior, mas ninguno de los residentes quiso hacerse cargo del bar aduciendo que no tenían edad para llevarlo. No obstante, recibió más de 600 solicitudes procedentes de los pueblos y ciudades aledañas, el espejo de la necesidad de mucha gente ya no por trabajar, sino por tener un sitio donde poder vivir.

Esta anécdota sucede en multitud de pueblos en los que el bar es más que un lugar de entretenimiento. ‘Un pueblo sin bar, es un pueblo muerto’, es la frase que más suena en boca de los alcaldes de dichas zonas. Pero es más que eso. Muchos incluso lo definen como parte de la cultura local, al igual que la iglesia de piedra, las callejuelas emblemáticas o las fachadas de las casas típicas.

Mantener un bar en un pueblo

El cierre de estos locales también se debe, en gran medida, a la imposibilidad que tienen los dueños en hacer frente a los gastos, incluso aunque el local esté subvencionado por la alcadía. Limpieza, agua, electricidad y la compra de suministros (bebidas y comida) suponen una salida de dinero que se vuelve casi imposible de cubrir en manos de unos clientes que se limitan a pedir un café o una cerveza para estar allí durante horas. Para ellos, el cometido de ir al bar es sociabilizar, ver a la gente del pueblo para charla y entretenimiento, teniendo también presente que dicho colectivo no posee un capital excesivamente grande para gastar. Cuando más dinero se ingresa es en los fines de semana, momento en que los más jóvenes entran para pedir una hamburguesa o algún plato combinado, al igual que cuando llegan turistas con ganas de comer platos del lugar. Pero claro… estos últimos puntos suceden muy pocas veces al año.

Hay casos como el de Herguijuela del Campo (90 habitantes) en los que el bar apenas hace una caja de 40 euros mensuales. Su dueño, Dionisio Carñera, a veces ni siquiera está allí, pero deja todo abierto a disposición del resto de vecinos, quienes se sirven ellos mismos y dejan en una hucha de la barra el importe. Son conocidas las tardes de bingo que van a jugar allí varios amigos y que, tras terminar, hacen recuento de las cervezas y meten un euro por cada una consumida. Es el culmen de la confianza.

En la conocida como España solitaria, los bares siguen siendo el impulso motor de los pocos habitantes que aún se resisten a abandonar el lugar, convirtiendo sus locales en un punto emblemático de más para los turistas.

Y que siga siendo así por muchos años.

 

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